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PSOEPULIANAS

UNA HISTORIA CONTADA CON MIL PALABRAS.

UNA HISTORIA CONTADA CON MIL PALABRAS.

Desde el PSOE de Pulianas queremos dar espacio a aquellas personas que tengan algo que contar mediante la palabra escrita. Iniciamos este rincón de lectura, de reflexión, de pensamiento y de sentimiento donde aquellas personas de mentalidad progresista puedan expresarse y compartir sus reflexiones con el resto del mundo. Para ello proponemos como técnica el relato corto, no más de mil palabras, en forma de cuento, novela, o cualquier otra técnica que cada uno tenga bien a emplear.

Manda tus escritos al correo psoe.pulianas@gmail.com  indicando tu nombre  y el titulo del texto en el asunto  y los publicaremos con gusto en este espacio.

Psoe Pulianas.

Y como el movimiento se demuestra andando, aquí va el primer relato corto.

 

La vereda perdida.

 

 

Juanita corría delante de mí por aquella vereda  medio  perdida.  Su pelaje ceniza y ocre se confundía entre  los jaramagos secos de aquel mes  de agosto, de pronto, su veloz carrera quedó detenida.  Pensé que seria por el vuelo de la torcal que se alejaba hacia los olivos cercanos, pero cuando llegue a su altura la encontré mordisqueando una vieja suela de goma. Una suela de goma  de esas que se utilizaban para las alpargatas, de esas que siempre salían en las fotos antiguas y que llevaban los niños formados alrededor del maestro, aquellas alpargatas con las que  los de la primera fila sentados en el suelo apuntaban hacia el cielo. Aquellas alpargatas blancas de niños de rapados  y ojos  tristes. Cogí aquella suela atraído por el interés de mi perra cuando me fijé un objeto blanco que salía del suelo. Arañando la tierra que había alrededor de pronto apareció  lo se  me antojo un hueso largo y blanco, blanco como la cal que lo había enlucido. En ese instante mil temores  pasaron por mi mente, viejas historias que nos contaban los abuelos.  Historias  de hombres fusilados, de cunetas y de zanjas, de alpargatas y de guerra. De vencedores y de vencidos. De  miedo y de silencio, de muerte.  Con dos rápidos manotazos enterré de nuevo aquello y azuzando a mi perra salí corriendo de aquel lugar para no volver nunca más.

En el pueblo el desasosiego  era palpable, los señores de ICONA habían llegado tarde, a eso de las cinco, y se les espera desde las cuatro de la tarde. En la plaza los corrillos de vecinos buscaban la sombra de los balcones y de los parrales. Tras cinco largos meses de negociaciones con los grandes propietarios del pueblo, la expropiación era ya casi una realidad. El pueblo quedaría inundado  pronto por  las aguas de aquella presa que crecía rápidamente y que se asomaba amenazante al final del valle. Todo había sido tan rápido que en el pueblo la gente no llegaba a creerse lo que estaba pasando. Familias, casas, guerras, comuniones, bodas, entierros, campo, sudor, bestias, quedaban reducidos a cinco meses de negociaciones y a un puñado de monedas por cada casa y cada campo.

Las misma trinchera  que habían cavado meses antes iba a  ser su sepultura, pensaba  mientras un escalofrió de terror corrió por su espalda. Atrás quedaron las aulas, el olor a tinta y el chillerio de los chiquillos cuando salían del patio e iban corriendo al rio. La noche era fría o eso sentía el. El otoño había entrado fresco, el otoño. No había tenido la oportunidad de despedirse, lo último que vio fue a su pequeña sujetada por la dura mano de su madre y un grito flotando en el aire que todavía resonaba en sus tímpanos.  En la papeles de detención solo se le acusaba de un cargo; maestro republicano.

La pequeña Dolores no sabia que pasaba, algo dentro de sí le decía que aquellos hombres suponían una amenaza, el tono de su voz, el duro gesto y la mirada contrariada de sus padres le incomodaban, las palabras sueltas... Cuando salieron a la calle ella intentó ir detrás de su padre, de su maestro,  pero la mano de su madre la retuvo, ella luchaba por soltarse pero no podía, mientras su padre su alejaba en la noche solo distinguía el blanco de unas alpargatas nuevas que iluminadas por los faros de un coche se adentraban en la noche.

Cuando llego a su casa tenía el corazón en la garganta, no había parado de correr, la perra fatigada se tumbó rápidamente debajo de la escalera que subía al piso superior de la casa. Él, rápidamente entró en la cuadra y en el mismo abrevadero de las bestias se lavó la cara y se quito el sudor y el polvo que hacían una áspera y amarga  masa en los labios.  No había nadie en la casa, seguramente todo el mundo estaría en la plaza para ver a los señores de ICONA.  Aunque tenía hambre, un nudo en la garganta le impedía tragar. Salio otra vez al patio y rápidamente subió a su cuarto quitándose la ropa por la escalera, encendió el transistor  a pilas que le habían regalado por su cumpleaños y se quedó dormido escuchando ritmos lejanos de un mundo que no estaba a su alcance.

Dolores se fue llorando de su casa, era la última vecina del pueblo.  Sus cuatro cabras y una maleta con cuatro trapos y un crucifijo que había heredado de su abuela era todo su equipaje. Escoltada por los funcionarios del Ministerio pensaba en echar a correr y encerrarse en su casa, pero la duda de si sus viejas rodillas le responderían le impedían hacerlo. Su nieto caminaba a su lado, sujetando a su perrilla. El sonido de las puertas del coche al cerrarse sonaron a la coda final de una triste composición  musical. Mientras subían por la loma del Cubillas miraron hacia atrás. Las primeras aguas ya cubrían la vega del pueblo, en uno o dos días llegarían a las primeras casas y en un mes cubrirían todo el pueblo y todo el valle. Cuanta historia, cuantos recuerdos, cuantas vidas y cuanta verdad quedarían sepultadas por aquellas aguas oscuras.

 

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